Economía, verdadero contraste de López Obrador


No tiene sentido insistir en que lo único peor que Morena es la oposición. Partidos desvinculados, sin razón, alejados de ideas e ideales, pragmáticos hasta el cinismo, sin liderazgo y sobre todo mercenarios. Con este escenario al frente de Morena y sus aliados, transitaron con relativa calma a lo largo de la primera mitad del sexenio. Los votos de la oposición son en realidad los votos contra López Obrador, que él se encarga de aumentar, pero no los votos por una visión alternativa del país. Concentrado en la disolución política de la oposición y la gestión de su propio movimiento, el presidente no vio venir a su verdadero contrincante, el gran enemigo de las urnas: la economía.

Si algo ha caracterizado la gestión de la llamada Cuarta Transformación es un manejo minucioso, casi temido, de las finanzas públicas. No se ha hecho una reforma fiscal profunda, no se ha endeudado (lo que no quiere decir que no haya aumentado), no hay déficit presupuestario más allá de lo que se considera ortodoxo. Fue, hasta ahora, un manejo sumamente disciplinado de las variables económicas, acercándose al neoliberalismo. El problema está en otra parte: el gobierno de Morena no ha sido capaz de desarrollar la economía del país y por ende aumentar el bienestar de la población.

La pandemia no es el problema, es solo una enorme roca en un camino ya de por sí irregular. Si nos quejamos de un crecimiento promedio del dos por ciento durante los primeros 18 años del siglo XXI, dos sexenios del PAN y uno del PRI, hoy parece un lujo asiático. Saltó la alarma con un crecimiento cero en el primer año. Sin embargo, la pandemia, que vino como anillo al dedo, creó la percepción de que había un factor externo responsable de la falta de crecimiento. Redujimos 8,5 por ciento en 2020 como consecuencia del cese de actividades productivas, pero la recuperación no llegó en 2021, fue solo un salto en los primeros meses que no alcanzó para recuperar lo perdido. Ciudad de México culpó al presidente por la falta de crecimiento en junio pasado.

Las expectativas para 2022 no son muy alentadoras. El crecimiento esperado por encima del 3% ya había sido revisado a la baja a principios de este año, y la inflación, que no es menos perjudicial para los más pobres porque no tiene explicación, no parece estar limitada en el corto plazo. Los economistas del gobierno se esforzarán al máximo en explicar por qué no estamos creciendo (esa ha sido siempre la labor de los economistas) sino en contar los fideos en las urnas, no en los bollos. Si no hay crecimiento en los próximos años, la economía le terminará costando caro al presidente y a su partido.

Si no hay crecimiento en los próximos años, la economía le acabará costando caro al presidente y a su partido

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Antonia Jaimez

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