IFE-INE y el levantamiento zapatista


La solicitud de Andrés Manuel López Obrador y sus partidarios de realizar una consulta para revocar el mandato presidencial en abril de este año ha sido leída por opositores al gobierno de la Cuarta Transformación como un ataque al Instituto Nacional Electoral (INE) e incluso a la democracia. En esta lectura, se supone que el INE, una burocracia engorrosa, representa la esencia de la democracia liberal en el país, por lo que desafiar a la institución oa sus representantes es visto incluso como un avance autoritario.

La crítica o la defensa del INE se ha convertido en el nuevo campo de batalla de AMLO o AMLO que inunda y envenena el debate político en México. Más allá de estas facciones, hay que mirar al INE con ojo crítico más allá de la polarización del actual gobierno.

Como dije, los defensores del INE creen que es la encarnación de la democracia liberal en México, que gracias a esta institución el fraude electoral y las prácticas irregulares que violaron la voluntad del pueblo en México por métodos como el llenado o robo de las urnas. terminó el Ratón Loco, el traspaso, la compra de votos o la cruda alternancia de los registros de las mesas electorales.

Los defensores de su caso han estado trabajando para que la transcripción real de esta declaración esté disponible en línea Los defensores de su caso han estado trabajando para que la transcripción real de esta declaración esté disponible en línea.

Pero lo cierto es que el Instituto Nacional Electoral (INE), ex IFE, nació bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari como un intento fallido de legitimar el sistema de control electoral del viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En su primer borrador, el IFE estuvo presidido por el Ministro del Interior en ejercicio. La transformación del IFE en un “ciudadano” y luego en un organismo constitucional autónomo se debe en gran parte al levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) el 1 de enero de 1994 y la crisis política nacional y el régimen del PRI bajo Carlos Salinas.

Luego del levantamiento zapatista, el gobierno lanzó una guerra contra el ejército campesino maya con el objetivo de someterlo, aunque lo masacrara. Gracias a las movilizaciones de la sociedad civil que pedían el fin de la guerra, Carlos Salinas se vio obligado a ofrecer diálogo y salida negociada a las demandas del EZLN.

En este punto, estamos hablando de las dos o tres primeras semanas de enero de 1994, estallaron dos crisis: una dentro del gobierno salinista y del PRI con el nombramiento de Manuel Camacho Solís como jefe de diálogo con los zapatistas en Chiapas, lo que provocó una Desapercibido inicio de la campaña laurel del salinista, Luis Donaldo Colosio Murrieta. Esta fue la ruptura definitiva dentro del oficialismo, que terminó, como ya sabemos, con el asesinato de Colosio en Tijuana el 23 de marzo del mismo año.

Pero la otra crisis, la más actual, fue una crisis de legitimidad del régimen. Después del levantamiento zapatista, se hundió la credibilidad del régimen, sus prácticas e instituciones, incluido el IFE.

Para lograr un mínimo de credibilidad en el actual proceso electoral, Carlos Salinas tuvo que aceptar un consejo general del IFE “ciudadano” y remover el consejo anterior que funcionaba a pleno para el PRI. El presidente del IFE en ese momento era el ministro de Gobernación, Patrocinio González Blanco Garrido, exgobernador de Chiapas con antecedentes negros.

Salinas expulsó a Patrocinio González del país y lo reemplazó por Jorge Carpizo McGregor, ex rector de la UNAM y ex fiscal.

Es entonces cuando los “ciudadanos” son llamados al consejo general. José Woldenberg, Fernando Zertuche Muñoz, Santiago Creel Miranda, Ricardo Pozas Horcasitas, Miguel Ángel Granados Chapa y José Agustín Ortiz Pincheti fueron designados el 3 de junio de 1994, meses antes de las elecciones presidenciales de agosto. El candidato del régimen, Ernesto Zentilo Ponce de León, arrasó en la elección, gracias al voto corporativo de los sectores priistas tradicionales y al voto comprado a través de la estructura de los Comités de Solidaridad creados por Salinas durante su sexenio. Gracias a este “ciudadano” del IFE, las elecciones no se disputaron y de este cambio nació un prestigio para el IFE como organismo de poder independiente. Pero no es así. Todos los consejos electorales actuaron como complementos para legitimar unos comicios nada limpios e imparciales.

Y la mayoría de los que han sido asesores están lejos de obtener credenciales democráticas en batallas callejeras contra el autoritarismo, la antidemocracia, el corporativismo, el caciquismo. Nunca repartieron volantes, no hicieron puja ni marcharon para ganar el sistema electoral que muchos consideran una democracia ejemplar.

Los directivos del IFE-INE son burócratas mimados con sueldos estratosféricos, con prestaciones que los convierten en una élite burocrática

Los directores del IFE-INE son burócratas mimados con sueldos estratosféricos, con privilegios que les otorga una élite burocrática acostumbrada a “reuniones de trabajo” en los restaurantes más caros y pasando por el RFC oficial que paga sus cuentas. Defender esta burocracia elitista y privilegiada está lejos de ser una defensa de la democracia, lo que, además, está lejos de ser el caso de México.

Si ha habido cambios en el electorado es gracias a las luchas sindicales por la democracia emprendidas por Valentín Campa y Demetrio Vallejo, a las luchas estudiantiles de 1968 y 1971, al levantamiento sindical de los años 70 y a hechos sociales como el del p. El levantamiento zapatista de enero de 1994, que ha hecho más por “civilizar” IFE-INE que cualquiera de los directores que viven cómodamente del fondo.

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Antonia Jaimez

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