“Sí, ‘mi armario'”, interviene Tabitha. “‘¡Mira lo grande que es mi armario!'”
Pronto es el momento de decir adiós. Tabitha está al lado de su esposo, Jason, un hombre corpulento y barbudo de 42 años que prefiere gafas con montura metálica y camisas de franela. Sus hijos, de 8 y 11 años, pronto estarán en casa de la escuela, junto con un grupo de niñas Hershey.
Tabitha sostiene a Leo, el nuevo cachorro de la familia. “Mira a mi bebé ahora, ¿de acuerdo?” Chanel le dice al perro.
Las dos madres se abrazan. Ya han hablado del “plan de ajuste de cuatro semanas” de Dasani. A Chanel se le permite una llamada telefónica semanal a Dasani, a una hora determinada. No hay visitas durante un mes, una separación diseñada para ayudar a los estudiantes que ingresan a formar nuevos vínculos, particularmente con sus padres.
Esto puede traer una ola de emociones: tristeza, culpa, confusión, ira. Algunos niños se rebelan, esperando que sus transgresiones los envíen de regreso a casa. Pero cuanto más puedan soportar esta separación, más probabilidades tendrán de lograr el objetivo de la escuela de llevar una vida “satisfactoria y productiva”.
El mensaje tácito es claro. Para salir de la pobreza, Dasani también debe dejar a su familia, al menos por un tiempo.
Dasani está despierto esa primera noche. Ella nunca durmió sola. Continúe poniéndose al día con Lee-Lee. “No sé dormir con nadie”, me dirá más tarde. Afuera, el cielo es amplio y oscuro, la nieve casi plateada. Hershey es tan silencioso que cada ruido es estridente: el susurro de las ramas, el zumbido de un camión.
Todo se ve diferente, incluso el aire. A unos metros de distancia, el compañero de cuarto de Dasani, de 13 años, está profundamente dormido. Ella también es una chica de ciudad. Pero ella vino de Trenton, Nueva Jersey, hace ocho años, el tiempo suficiente para aprender a dormir en silencio.
No es solo la nostalgia lo que mantiene despierto a Dasani. Sienta la presión que representa Hershey. “Creo que puedo hacer realidad mis sueños en esta escuela”, escribe en su diario. Hace poca referencia a sus 11 compañeros de cuarto, por temor a que lean el diario y se vuelvan en su contra. Anteriormente, saludaron a Dasani calurosamente en la cena, inclinando la cabeza con gracia. Comió rápido, como si la comida pudiera desaparecer. Los estudiantes nuevos no están acostumbrados a los segundos o guarniciones. A veces guardan sus platos, encorvados sobre cada comida, o tratan de racionarlos, amontonando comida en sus servilletas.
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